La soledad de Rajoy ha tenido bien poco que ver con la de su oponente. Así como Rubalacaba ha elegido la sala Pablo Iglesias de la sede del PSOE en Ferraz, el marco de las grandes ocasiones; el líder del Partido Popular ha hablado primero en la sala de prensa, con un discurso de ocho minutos, leído íntegramente (como es su costumbre, por otra parte).
EL EJEMPLO
Sin ministrables ni espontáneos militantes que desviaran la atención de su discurso, Rajoy ha leído una intervención con vocación de estadista, con el ánimo tranquilo y relajado. La idea era clara: yo soy el que ha ganado las elecciones y las cosas se van a hacer a mi manera: con «trabajo, seriedad y constancia, los valores que me han acompañado en mi vida y ahora caracterizarán a mi Gobierno».
De todos modos, su mensaje ha sido integrador, repitiendo hasta la saciedad su palabra clave: todos. Ha dirigido sus primeras palabras a «todo el pueblo español», ha agradecido «de todo corazón», se ha dirigido a los que no le han votado para trasladarles su «compromiso por darlo todo y con todos» y para templar la euforia ha reiterado que hará «todo lo que humanamente se pueda hacer», aunque «para el cambio quiero contar con todos».
EJERCIENDO DE PRESIDENTE DE PLENO DERECHO
Se ha anudado la corbata de estadista al reivindicar el papel de España en Europa y al repetir la frase de la coronación de Juan Carlos I, ofreciéndose como presidente «de todos los españoles».
Se puede vislumbrar un cierto rasgo de dialéctica religiosa al comprometerse en su «inmensa tarea» con los parados, los jóvenes, los autónomos, los pensionistas y «los que sufren su enfermedad» en unas bienaventuranzas modelo siglo XXI.
De frases clave no se ha quedado corto, recurriendo en ocasiones a la aliteración («darlo todo por todos» o «que dejemos de ser un problema, para formar parte de la solución»). Sin embargo, es significativo el uso de un lenguaje nada coeducativo: las referencias a las mujeres han brillado por su ausencia, llegando a usar una afirmación tan masculina como la referencial al «temple de los hombres y los pueblos».
UNA ATÍPICA ESCENA DEL BALCÓN
Ni en el balcón se ha dejado llevar por la euforia. Como demostración de liderazgo ha preferido salir sólo y después dar paso a su mujer, Elvira Fernández (vestida de verde, para contrastar de forma armónica con el fondo). Han tendido que esperar al segundo turno Ana Mato (vestida de blanco) y María Dolores de Cospedal (vestida de azul, la peor elección, ya que se confundía con el fondo). Todo mujeres, el colectivo en el que Rubalcaba y Zapatero han tenido siempre mayor apoyo popular.
Con la tercera tanda se han tenido que conformar Alberto Ruiz Gallardón, Esteban González Pons, Pío García Escudero y Esperanza Aguirre (la tercera más aclamada, después del matrimonio Rajoy).
Las aclamaciones, que le han interrumpido en varias ocasiones le han gustado al líder, pero su papel estaba claro: templar los ánimos. «La tarea no va a ser fácil», «os pido que sigáis ayudándome» o «vivimos tiempos difíciles» han sido tres jarros de agua fría que ha arrojado con toda la intención. Le preocupa más prevenir un contraefecto como los que ha sufrido Obama en EEUU o Papandreu en Grecia que disfrutar de un pan de hoy que puede traer hambre para mañana.
Publicado en Valencia Plaza.