Lo peor en el estilismo de los políticos es la incoherencia ideológica. Esta es una de las conclusiones del ensayo ‘Política y moda. La imagen del poder’ (Ediciones Península) que ha publicado Patrycia Centeno.
El escote de Angela Merkel en la ópera de Oslo o el chándal de Fidel Castro para ir a cualquier sitio son dos ejemplos de ruptura con la imagen que tenemos de ellos.
Los efectos pueden ser muy superiores a lo que nos imaginamos. El personaje puede alterar la credibilidad que nos despierta por romper la imagen monolítica que tenemos de él (para bien o para mal). A su favor, los líderes suelen buscar imágenes familiares, besar niños o consolar viudas.
Sin embargo, se les suele descubrir más agusto rodeados de bailarinas del Tropicana de La Habana (como le pasó a Felipe González) o tomando el sol en la cubierta de un yate. Qué van a hacer, son humanos.
EL EJEMPLO
El video de Dolores de Cospedal, secretaria general del PP y presidenta de Castilla La Mancha, ya tiene un tiempo pero lo que nos sirve es la extrañeza que provoca la pérdida de las referencias entre símbolo y mensaje.
En este caso, Cospedal se nos presenta en un marco que rompe su color de referencia, en el libro se detienen en la ‘palestina’, pero todo contribuye a apreciar la importancia de vestir el cargo y el imaginario que le asociamos.
«Cuanto más pobre es el mensaje, más pobre es la vestimenta. Un mensaje claro se refuerza con una imagen clara. Pero en los últimos veinte años resulta difícil identificar a los políticos de cualquier signo. Igual que las ideologías se han diluido, la vestimenta se ha homogeneizado», asegura la autora del libro.
El artículo publicado en Expansión sobre la aparición del libro comenta que en España, un ejemplo de político bien vestido es el líder de CiU, Duran i Lleida. «Viste impecable y aplica las tendencias sólo en un detalle, en unas gafas con un poco de color o una corbata. Los políticos vascos también visten bien», según Centeno.
Pero en general, los políticos patrios se jactan de lo contrario. Existe la creencia de que despreocuparse por su imagen los dignifica. Peor para ellos.
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