Hubo un tiempo en el que el vestuario definía la ideología. Todo buen sindicalista tenía su ‘camacho’, la cazadora de pana con coderas colgaba del armario de cualquier socialista que se preciara y el jersey de cachemir de cuello vuelto aguardaba en el cajón del candidato que quisiera conquistar el centro político.
El partido se vestía con un rigor castrense que no dejaba lugar a dudas. Sin embargo, la normalización democrática y la proliferación de manuales de telegenia idéntico han llevado a los políticos españoles a lucir una nueva uniformidad que llega a resultar sorprendente.
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