La sinceridad es una virtud hasta cierto punto. Cuando se comparte mesa en una comparecencia, comunica tanto el que habla como el que asiente… o lo hace como le da la gana.
Las relaciones entre Rusia y Japón no son todo lo amigable como podría pensarse desde Occidente. De hecho, no han firmado aún la paz tras la Segunda Guerra Mundial, La Gran Guerra Patria como se la denomina desde la época soviética. Además, la condición de potencia tecnológica de los nipones nunca les ha hecho mucha gracia a los rusos, que tradicionalmente han visto a sus vecinos como un oponente, con el que mantiene distintas tensiones territoriales en sus islas del Pacífico.
En este encuentro, el primero que han mantenido el nuevo primer ministro conservador japonés, Shinzō Abe, y el otra vez presidente de Rusia, Vladímir Putin, (ambos, viejos conocidos) la comunicación no verbal puede dar lugar a una interpretación ambigua. La básica: Putin es un maleducado y el jugueteo con el bolígrafo, un error de novato. Podría ser, pero ¿es verosímil?.
Putin está en el poder desde el año 2000 (intercambiándose la presidencia con Dmitri Medvédev para saltarse la limitación de mandatos). Sabe que le enfocan las cámaras y quiere transmitir voluntariamente chulería frente a un mandatario con el que no debe transmitir debilidad, pero del que necesita sacar réditos comerciales (tecnología a cambio de carburante). El comportamiento es muy ruso y será celebrado por su base electoral, contraria a una superación sin condiciones de las tensiones con Japón.
Además, sabe que molestará a los japoneses (muy protocolarios), pero no de un modo que pueda llevar a una queja oficial. De hecho, le ofrece a su compañero de mesa poder mantener la tensión frente a los rusos, algo que también le conviene ante su base electoral. «Esto es bueno para Japón, aunque no me moleste», puede advertir.
Sin decir una palabra, Putin consigue con esta actitud menospreciar a su oponente, reforzar su base electoral nacionalista, ‘perdonarse’ el acercamiento al antiguo enemigo y no generar necesariamente una tensión diplomática que pueda ir más allá de los aconsejable. Luego, si queréis, creemos en las casualidades.
Habla por ti 