Todo mitin político aspira a ser una fábrica de euforia. En toda campaña, los candidatos sólo disponen de una gran acto por territorio para chutar a lo grande a sus seguidores y empujarles a comerse la calle para el sprint final.
Aunque son muchos los mercados recorridos, las manos estrechadas y los besos repartidos, la gran fiesta de la liturgia política que es el mitin central se prepara a conciencia y, lamentablemente, acaba por decir mucho más en las formas que en el fondo, en los discursos.
Puedes leer el artículo completo para Valenciaplaza.com en el siguiente enlace: