Hay muchas formas de pedir perdón, pero muy pocas de ganárselo. La nómina de jefes de Estado en ejercicio que se han disculpado ante sus respectivas nacionales es reducido, y el Rey Juan Carlos no ha sido uno de ellos.
Lamenta lo ocurrido, asume que fue un error y promete no repetirlo, pero no pide explícitamente disculpas. Los mismo pasos que siguió el presidente de EEUU Bill Clinton en su intervención pública tras el caso Lewinsky. Sin embargo, entre las formas de uno y otro media un abismo.
Puedes leerlo en mi análisis para Valencia Plaza.